miércoles, 22 de abril de 2009

El Bobo de Coria

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"Ese enorme filósofo que es el 'Bobo de Coria'
nada dice ni comprende nada: pero justamente
por eso de no comprender nada, se ríe de todo".
Miguel de Unamuno


Algunas veces en mi vida me han aplicado ese epíteto: bobo. Pero son muchas más las variantes locales con que han pretendido describirme: güey, tonto, pendejo, animal, idiota, estúpido, imbécil, cretino, descerebrado, y un larga lista de sinónimos que todo mundo conoce y comparte. ¿Quién no los ha empleado contra otros, e incluso contra su propia persona cuando comete un error?

La palabra bobo, hoy en desuso, me provoca ternura. Evoco con nostalgia a dos personas que me la expresaron porque lo hicieron con cariño, sin ánimo de insultar. Las “malas palabras”, empleadas con la intención de agraviar a otro, van perdiendo su eficacia con el tiempo y su aceptación social en el habla cotidiana, como nuestro “güey”.

Pero me desvío. Hace pocos días hallé –con enorme regocijo- la referencia a este personaje de la literatura e historia española, en una visita a la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

Coria es un pueblo industrial y comercial de la provincia de Cáceres, en España. A menudo cuento a quien me soporte que mis antepasados provienen de Coria, específicamente de Bernardino de Coria, un aventurero que viajaba en las naves de Cortés y que Bernal Díaz del Castillo menciona en su “Historia general…”. Este tal Coria (naturalmente oriundo de ese pueblo) se alió con varios sujetos que pretendían tomar preso a Cortés y entregarlo a Diego de Velázquez; sin embargo, reculó y denunció a sus cómplices, quienes fueron pasados a cuchillo. El tal Bernardino, parece, murió de viejo en tierras mexicanas.

En realidad, lo único que tengo de español (excluyo la lengua, omito la cultura) son algunos libros y quizá unos cuantos genes en vías de extinción. Mi herencia indígena nahua, matlaltzinca y otomí es bastante fuerte: lo demuestra el genotipo y el fenotipo familiar (tengo acentuados rasgos indígenas, pues; y enfermedades comunes). Rascando un poco el antecedente familiar, lo más probable es que mis antepasados recientes, indígenas del valle de Toluca, hayan tomado el apellido de sus patrones, dado que eran peones acasillados en tiempos de la revolución, y sus descendientes fueron posesionarios de algunas tierras ejidales en la zona de Calixtlahuaca (mi abuela materna) y de San Mateo Atenco (mi abuelo paterno), en el Estado de México. Mis abuelos maternos, a quienes nunca conocí, eran campesinos mestizos de los altos de Jalisco, al parecer desplazados por la Guerra Cristera.

¡Con qué facilidad incurro hoy en digresiones! Decía que una de las festividades afamadas que se realizan en Coria son las Fiestas de San Juan, del 23 al 29 de junio de cada año. Se celebran corridas de toros en con una característica brutal, según leo: “Los ‘toros de Coria’ son conocidos también como ´toros acerico’ (en alusión a los ‘acericos’ o ‘almohadillas’ en los que los sastres clavan sus alfileres). Este nombre les viene de la violenta y cruel costumbre de los participantes en estos espectáculos de lanzar dardos a los toros, mediante el uso de soplillos o cerbatanas. Los dardos punzantes, adornados con una terminación en papel, se quedan clavados en la piel del animal”. Cuando el toro cae, le dan un tiro y le cortan los testículos, como premio al más osado (parecer ser que años ha, se los cortaban cuando el animal aún se encontraba agonizante).

El “Bobo de Coria”, pues, era oriundo de ese pueblo. Una versión afirma de que llamaba Juan Calabazas o Juan Calabacillas; otra, que su nombre real era Juan Martín Martín; en todo caso, era conocido popularmente con el mote de el “Bobo de Coria” o como el “Bufón Calabacillas”. Se supone que los miembros de la Corte se referían a él en público como Don Juan Calabazas, en honor al rango que se le había conferido por sobre los demás bufones y otra servidumbre en el palacio real.

El “Bobo de Coria” era un discapacitado mental y físico, (un “cretino”, como se le denominaba en aquellos tiempos), pero tan simpático y atinado que formó parte del séquito del “Duque de Alba, que por su título de Marqués de Coria, era señor de aquella población. Y tanto agradó a Felipe IV, que tuvo que cedérselo el Duque y entró a formar parte de la Casa Real y de la servidumbre. […] Hasta el año 1632 estuvo al servicio del infante Don Fernando, hermano del rey.”

“Es el único bufón, Juan Calabazas, a quien Velázquez le hace dos retratos y los dos aislados. Entre ambas representaciones median más de 20 años.Uno de los lienzos se encuentra en Madrid (Museo del Prado) y el otro en Edimburgo (Inglaterra) en la colección Sir Francis Cook.”

“En la Catedral (¿Madrid?), sobre la puerta del Poniente, está su estatua decorativa en granito, colocada sobre una pilastra de la balaustrada y que el mismo pueblo de Coria llamó y sigue llamando ‘El bobo’.”

Bobo soy, bobo seré. Me embobo con historias como estas.

Imagen: El bufón Calabacillas. 1637 – 1639. Lienzo. 1,06 x 0,83. Museo del Prado, Madrid.
Fuente: www.coria.org.
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1 comentario:

Anónimo dijo...

Juan Calabazas no era de Coria, se cree que era oriundo de Las Hurdes (comarca al norte de Coria) o quizas de Coria del Rio (Sevilla), por eso Velazquez lo pintó en dos ocasiones (la primera siendo Juan Calabazas muy joven y la segunda en la que aparece en su blog.

En la catedral de Coria es donde se encuentra la estatua a la que hace referencia y a la que se la llama bobo, pero no se muy bien porqué.

En cuanto a los toros de Coria, para opinar, es mejor venir a conocer la fiesta.