La imagen es rotunda y la información más bien escueta. Leo en El Universal de hoy lo siguiente:
Una niña de cuatro años y un niño de seis fueron rescatados por agentes judiciales. Los menores estaban amarrados de pies y manos en el interior de una cisterna en una casa de Tlalpan, D.F. La PGJDF detuvo a cuatro presuntos responsables [al menos uno de ellos parece menor de edad], parientes de los niños. Los pequeños presentaban huellas de golpes y quemaduras en brazos y piernas. Los presuntos responsables consideraban que los golpes era una "forma de castigo".
Un narco, y cualquier persona que se meta al crimen organizado o desorganizado, saben bien que arriesgan la cabeza (literalmente) en esta guerra que libran en medio del Estado fallido (o casi). Pero los niños, cuyo único delito es haber nacido, son tratados por sus propios familiares como los gringos trataron a los soldados de Irak en la prisión de Abu Ghraib. Si los narcos ya no respetan ni a peques, ¿harán lo mismo nuestros vecinos de al lado?
Nuestra sociedad vive momentos del carajo, sin duda. Sólo un vigoroso movimiento ciudadano no partidista, plural, con muchas formas de expresión, podrá revertir lo que hoy vivimos.
Anna Coretta
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