miércoles, 11 de febrero de 2009

Un drama en México

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No, no se trata de las declaraciones de Carlos Slim sobre nuestro futuro económico, que apenas estamos digiriendo con fondo musical de “lágrimas negras”.

El pasado 6 de febrero se cumplieron los primeros 181 años del nacimiento de Julio Verne, nos informa Silvia a través de su estupendo blog “letrasdesonora.blogspot.com”.

Hace poco me encontré un sito en la red con abundante literatura de Verne. Allí nos informan sobre esta obra llamada “Un drama en México. Los primeros navíos de la marina mexicana”:


Es la primera obra publicada por Julio Verne en la revista Musée des Familles, cuando tenía 23 años en 1851. Su título original fue L'Amérique du Sud. Études historiques. Les premiers navires de la Marine mexicaine, que traducido es La América del Sur. Estudios históricos. Los primeros navíos de la Marina mexicana. En marzo de aquel año había acabado prácticamente su texto y le precisó a su padre: “Mi artículo es simplemente una aventura que sucede en el interior de México a la manera de Cooper. No está todavía impreso, los grabados necesitarán uno o dos meses para la litografía”. Finalmente, en junio el texto quedó terminado: “He corregido las dos pruebas de los artículos del Musée. Este mes saldrá el primer artículo, se titula Los primeros navíos de la Marina mexicana”; pero Verne no está conforme, pues se comete un error en la publicación al resaltar en el título América del Sur, cuando debió ser América del Norte. A pesar de este pequeño error, el relato tuvo cierto éxito. Cuando Verne era ya famoso, fue publicada por su editor Hetzel en 1876 bajo el título de Un drame au Mexique junto a la novela Michel Strogoff. Esta versión es distinta a la de 1851, pues en ella, Hetzel suprimió muchas de las ricas descripciones que hace Verne de México. La versión conocida de 1876 con sus ilustraciones originales, es la que aquí se publica.

Reproduzco el siguiente fragmento para abrirles el apetito, y pongo la dirección abajo.

Capítulo II

De Acapulco a Cigualán


De los cuatro puertos mexicanos en el océano Pacífico, San Blas, Zacatula, Tehuantepec y Acapulco, este último es el que ofrece más recursos a los navíos. La ciudad es malsana y está mal construida, ciertamente, pero la rada es segura y podría contener cien barcos con facilidad. Altos acantilados protegen las embarcaciones por todas partes y forman una dársena tan apacible, que un extranjero que llegara desde tierra creería ver un lago encerrado en un círculo de montañas.
En esta época, Acapulco estaba protegido por tres bastiones que la flanqueaban por la derecha, mientras que la bocana del puerto estaba defendida por una batería de siete cañones que podía, si era preciso, cruzar sus fuegos en ángulo recto con los del fuerte de San Diego. Este último, provisto de treinta piezas de artillería, dominaba toda la rada y podía hundir, con toda certeza, cualquier navío que intentara forzar la entrada del puerto.
La ciudad no tenía, pues, nada que temer; no obstante, tres meses después de los acontecimientos arriba descritos, fue sobrecogida por un pánico general.
En efecto, se había indicado la presencia de un navío en alta mar. Sumamente inquietos por las intenciones de la embarcación sospechosa, los habitantes de Acapulco se sentían poco seguros. La causa era que la nueva Confederación aún temía, y no sin razón, la vuelta de la dominación española; porque, a pesar de los tratados de comercio firmados con Gran Bretaña y por más que hubiera llegado ya de Londres un embajador que había reconocido a la nueva República, el gobierno mexicano no tenía ni un solo navío que protegiera sus costas.
Quien quiera que fuese, el barco no podría pertenecer más que a un osado aventurero, y los vientos del nordeste que tan furiosamente soplan en estos parajes desde el equinoccio de otoño a la primavera, iban a someter a dura prueba sus relingas. Por eso los habitantes de Acapulco no sabían qué pensar, y se preparaban, por si acaso, a rechazar un desembarco extranjero, cuando el tan temido navío ¡desplegó en lo alto del mástil la bandera de la independencia mexicana!
Llegado casi al alcance de los cañones del puerto, la Constancia, cuyo nombre se podía distinguir claramente en el espejo de popa, fondeó repentinamente. Se plegaron las velas en las vergas y desabordó una chalupa que poco después atracaba en el muelle.

http://www.geocities.com/paginavernian/textos/intro_texto.htm


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