sábado, 9 de mayo de 2009

Uno también pierde amigos

*
Provengo del marxismo cerril; no del ilustrado, desafortunadamente. Algunos de mis viejos camaradas siguen instalados en la lectura hermenéutica de "las obras escogidas de..." (editorial Progreso), en debates acerca del movimiento obrero y la pervivencia del socialismo, tejiendo finos argumentos idelógicos con la filigrana de viejos maestros artesanos. Viven desde aquí la heróica gesta revolucionaria cubana como si se hubiera dado ayer y no hace cincuenta años. Su defensa del status quo en Cuba es férrea, rabiosa, incondicional; casi religiosa, diría.

Yo también deploro la continuidad del bloqueo comercial y los horrores de las cárceles en la base gringa de Guantánamo. Mas mi crítica hacia Fidel y ahora a Raúl, mi solidaridad a los luchadores cubanos a través de Amnistía Internacional, mi reconocimiento -pequeño pero sincero- a la valentía de muchos cubanos que desde dentro trabajan hacia un modelo de democracia y libertad, todo ello me ha alejado indefectiblemente de los viejos camaradas.

Y a pesar de todo sigo admirando la bravura de los barbudos, del Movimiento 26 de Julio y demás; me sigue gustando Silvio pero también me gusta Porno para Ricardo; reconozco el coraje de muchos cubanos que siguen fieles no a la nomenclatura, sino a sus viejos sueños de igualdad y justicia redistributiva.

¿Por qué todo esto? Porque creo que uno sigue siendo fiel a sus principios aunque los amigos de antes no lo sean hoy, aunque sean oponentes o adversarios ideológicos (me dicen, si bien yo no lo creo así), aunque hoy las luchas sean tan iguales en frentes de apariencia contraria. Bienvenidos todos nosotros, de nueva cuenta, a este remolino.

Trascribo esta entrada del blog de Yoani Sánchez:

He estado un par de días sin conectarme a Internet, porque una nueva complicación ha aparecido en el camino de los bloggers alternativos. Varios hoteles del país exigen, para conectarse a la red, demostrar que uno vive en un punto fuera del archipiélago cubano. Los empleados de las carpetas me dicen –aunque son tan nativos como yo- que este carnet azulado no me sirve para saltar hacia la gran telaraña mundial. “Es una resolución que viene desde arriba” me aclaró una mujer, como si una decisión de ese tipo pudiera ser tomada en otro nivel que no fueran las oficinas del gobierno.

Veo difícil que pueda convertirme en extranjera de la noche a la mañana. De manera que sólo me queda protestar por semejante prohibición y hacer pública la existencia de un nuevo apartheid. Tendré que volver a sacar el disfraz de turista, aunque está vez deba aprender una lengua tan complicada como el húngaro, para despistar a quienes venden las tarjetas de acceso. Quizás me da por merodear los hoteles, dispuesta a pedirle a los extranjeros que compren -para mí- esa llave de entrada que me está vedada, ese salvoconducto para el que necesito “no ser cubana”.

Fuente: http://www.desdecuba.com/generaciony/
*

No hay comentarios: