domingo, 29 de marzo de 2009

El exonerado

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Aunque parezca título de alguna canción de moda, la exoneración que un juez federal hizo del caso de Luis Echeverría, sienta precedentes peligrosos en contra de la posibilidad de llevar a juicio y condenar a los ex presidentes por abuso de poder y otros cargos más complejos.

Apenas ayer, Amnistía Internacional aseveró que “Los graves abusos a los derechos humanos cometidos en el pasado reciente en México continúan ensombreciendo el presente.”. "Con su incapacidad de llevar ante la justicia por practicamente cualquiera de los cientos de desapariciones, asesinatos y casos de tortura cometidos durante la guerra sucia en las décadas de los 60, 70 y 80, las autoridades mexicanas están condonando de hecho estos abusos, dijo Kerrie Howard, subdirectora para las Américas de AI.

Para documentar nuestro pesimismo y conocer mejor a este oscuro personaje, agorero del pasado reciente, transcribo varios párrafos de un libro de Enrique Condés Lara, cuya referencia cito más abajo:


En la burocracia, Echeverría “Avanzó porque fue discreto, incondicional, constante, trabajador, gris, calculador, simulador y eficiente con los que sirvió en el poder. Se enlodó todo lo necesario; actuó como le dijeron, sin la más mínima variante; calló lo que debía callar; cambió de piel las veces requeridas; respetó y cultivó lenguajes, símbolos, formas, hábitos; fingió pasión cuando hubo que hacerlo; enalteció y halagó en los momentos apropiados a quienes convenía adular y cortejar. Alguna vez confesó:

Dentro de una jerarquía administrativa y política, yo consideré mi deber colaborar con la mayor discreción con mis jefes […] No tenía yo, en los sucesivos cargos subordinados, por qué exponer las tesis, aportar las informaciones que correspondía a mis jefes y superiores dar […] fue algo totalmente premeditado y realizado el haber sido discreto en los sucesivos cargos públicos y el dejar a los titulares y a los responsables superiores la expresión de las tesis, la emisión de los informes correspondientes en cada momento’.” (pág. 142)

[…]

“… al tomar posesión como Presidente, Luis Echeverría manifestó: ‘El presidente Díaz Ordaz reafirmó los principios esenciales en que se sustenta nuestra organización política: impidió que se destruyera el orden público o que, en nombre de éste se cancelara la libertad. Mantuvo la autoridad del estado por encima de los intereses y las pasiones…´.” (pág. 132)

[…]

"El discurso echeverrista, sus modos y finalidades, fueron inconsistentes y erráticos; en buena medida se construyeron a partir de presiones, intuiciones y oportunidades; estuvieron marcados por contradicciones y retrocesos. Fueron sumamente cosméticos, es decir, con otro lenguaje siguió empleando los viejos recursos e instrumentos de coacción, corrupción y cooptación. Sin embargo, no fue igual al discurso de Díaz Ordaz. Los tiempos habían cambiado y de alguna manera, había que ajustarse a ellos. Lo que hizo Echeverría mientras golpeaba disidentes y pisoteaba legalidad y derechos, fue hacer más conveniente para una diversidad de fuerzas y personalidades del país y para las potencias mundiales y los estados regionales, desentenderse de la represión y los abusos y alcanzar un entendimiento con el gobierno mexicano.

"Nunca reconoció validez, razón alguna o sentido al conflicto que sus torpezas, abusos y arbitrariedades como subsecretario y como secretario de Gobernación habían propiciado y, en otras condiciones, como Presidente de la República, seguía fomentando. En esencia, aunque con una envoltura distinta, esgrimió los mismos argumentos y mentiras usadas desde los años cincuenta para anular causas, desfigurar propósitos y desacreditar oponentes:
1. presentarlos como parte de una conjura extranjera;
2. descartar, ocultar o deformar las banderas sociales, económicas o políticas, motoras de su acción;
3. acusarlos de portadores de la anarquía, el desorden y el caos;
4. ligarlos al narcotráfico (inspiración FBI);
5. rechazar cualquier participación o responsabilidad en violaciones a la legalidad y derechos constitucionales. Atribuir todas, en cambio a los adversarios;
6. reiterar que no hay otro camino, otra opción (ética, ideológica, política, social, histórica, cultural, económica) más que la propia.


"Desde la primera ocasión en que rindió su informe anual como titular del Ejecutivo federal, Luis Echeverría descalificó rotundamente a los alzados:
'Durante los últimos meses se han registrado principalmente en la Ciudad de México, una serie de atracos a mano armada, que parecen corresponder a un plan deliberado para alterar la paz social. Las instituciones de seguridad pública han aprehendido en varios casos a los delincuentes y han descubierto su frecuente vinculación con movimientos clandestinos, originados en el extranjero, sobre cuya existencia y eventuales peligros estoy obligado a advertir claramente al país'.”

Y lanzó contra ellos toda la fuerza del Estado mexicano.
(págs., 145-146)


Fuente: Condés Lara, Enrique. Represión y rebelión en México (1959-1985), tomo II. México, BUAP / M.A. Porrúa, 2007.

Ni perdón ni olvido. Castigo para los responsables de los asesinatos y desapariciones de luchadores sociales.

Alejandro Coria
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