Barack Obama viene de visita a México los días 16 y 17 de abril del presente año.
Evite acudir a Teotihuacán esos días, no sea que los vayan a sacar de fea manera como hicieron a los turistas cuando vino Zarkozy. Ni por ocurrencia vaya a tener vuelo en tales fechas, porque el servicio secreto gringo y el estado mayor presidencial mexicano le harán confesar hasta la fecha de nacimiento de sus hijos con su otra vieja, si se los topa en el aigrepuerto.
Tampoco pretenda acercarse al museo de antropología, al palacio nacional (cerrarán el zócalo) o a cuanta zona de mexican curious exista en esta ciudad de los payasos. Si la visita se lleva a cabo en otro sitio, digamos Cancún, pues pobre de usted.
¿A que viene Obama? En realidad viene a conocernos, pues no confía en los informes confidenciales que la han dado sus informantes, ni cree posible todavía que los mexicanos vivamos tan contentos en un país lleno de pobres y de narcos, con una clase política tan rica pero tan corrupta e ineficiente, con partidos políticos que reciben miles de millones de pesos pero que en nada contribuyen a la democracia, con mucho petróleo y mucha más televisión que escuelas de calidad, con una buena cantidad de cerebros que emigran al axtranjero y de otros cerebros que permanecen en sus decapitadas cabezas, con bancos que cobran lo que no cobran en sus matrices, con servicios públicos (agua, electricidad) tan malos y caros, y con servicios privados (telefonía, gas, internet) tan malos y caros. Simplemente no lo puede creer. La realidad supera a Hollywood en este caso.
Parece que ya llegó a una conclusión y sólo viene a ratificarla:
Alejandro San Martín
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