
El mercado negro de armas de fuego es uno de los negocios más florecientes. Lo ayuda la enorme corrupción y la impunidad tradicionales en este país del carajo. Pero los ciudadanos estamos sometidos al escrutinio más severo cuando se trata de conseguir un permiso oficial para una pistolita de risa. Los permisos se deben flexibilizar, junto con un registro de poseedores que no sea modificable a criterio del responsable en turno, ni vendido al mejor postor.
¿Cuántos militares y civiles están coludidos en este negocio oscuro? ¿Quiénes serán? Sólo Dios lo sabe, y como Dios no existe… (Y si existe ya debe estar armado hasta los dientes).
Martín Guerrero
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