miércoles, 17 de diciembre de 2008

"Un tesoro inestimable"


Gracias a la generosidad de los amigos recorro algunos lugares de Michoacán; unos ya conocidos y otros no, mas todos bellos: Morelia, Pátzcuaro, Quiroga, Tzintzuntzan, y los paisajes de los lagos.

La nostalgia me invade; trato de combatirla con chistes de mal gusto. La música de los amigos me catapulta a tiempos idos, plenos de candorosa ingenuidad y fe. Hoy pongo más atención a la gente, miro sus rostros, el modo en que se estrechan, su manera de reconocerse, la potencia de sus risas. Me maravilla que se maravillen con la iluminación y música de la Catedral, en ese paseo sabatino en la plaza, bajo la oscuridad apenas rota por los faroles del jardín.

Pienso, inevitablemente, en Iván Illich: su concepto de convivencialidad, en el que el centro motriz no es de ninguna manera una máquina sino un cálido corazón palpitante llamado amistad. Pero no sé muy bien por dónde llega esa súbita aparición de Illich en el campo de Vasco de Quiroga, Motolinia, Alcalá y los purhépechas (los de antes y los de hoy). Quizá -lo supongo- brota de esos instantes en que uno se siente verdaderamente a gusto junto a las personas que aprecia, un oasis auténtico en tiempos que se antojan terribles, y la religiosidad rotunda aunque silenciosa que se hace presente a todas partes donde miro. (Mi ser agnóstico y jacobino se pone alerta, se enerva).

Y para dármelas de conocedor cito a continuación al flamante premio Nobel de literatura 2008, Le Clézio, en un ensayo escrito con referencia a la Relación de Michoacán:

“Un libro, por raro que parezca, no llega a la universalidad por la elevación de sus principios morales, ni por la grandeza de los acontecimientos que reporta. De hecho, la guerra de Troya no fue más que la última razzia que los griegos lanzaron en contra de una ciudad rival de Asia menor, a pesar de la belleza del poema homérico.

“Las cualidades que acercan un libro a la dimensión universal son las mismas que presiden su concepción: una autenticidad que impregna cada una de sus palabras, a través de los personajes y de las acciones, y la profundidad de cada frase, cada pasaje. Contiene el alma de un pueblo entero, con todas sus ambiciones, su identidad cultural, su filosofía moral y su lengua. Tal libro es a la vez el cumplimiento y el motor central de una civilización. Es la razón por la que, a pesar del abismo del tiempo y de la diferencia cultural, podemos ser conmovidos, y compartir la verdad que el libro imparte.



“La Relación de Michoacán es uno de estos libros. Sin duda, representa un tesoro inestimable para el historiador o el arqueólogo. Pero es más que un documento. A través del testimonio del petámuti, y no obstante la fractura del tiempo y el filtro de la transcripción, nos permite penetrar en una de las culturas más creativas y armoniosas de la América prehispánica. Gracias a la riqueza de su imaginario, a la belleza de su estilo, nos hace sentir la profundidad de esta cultura por dentro.”

Los amigos son también ese tesoro inestimable.


Jean Marie G. Le Clézio. “Universalidad de la Relación de Michoacán”, en Alcalá, Jerónimo de. Relación de las cerimonias y rictos y población y gobernación de los indios de la provincia de Mechuacán. México, edición de El Colegio de Michoacán y el Gobierno del estado de Michoacán, 2000, págs.. 107-119.
Las fotos son de Juan Rulfo.








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