martes, 2 de diciembre de 2008
PSD, socialdemócratas de derecha
El PSD se ha definido como izquierda en función de la otra izquierda, la “rebelde”. Sus spots delinean a sus adversarios y los propios alcances de su lucha política. “No todas las izquierdas son iguales”, dicen en sus machacones mensajes convencidos de que los dichos cambiarán la realidad, al menos para ellos. Aluden con todo ello a una diferencia de actuación que -dirigida a los posibles votantes- los distingue como una izquierda que no acarrea, que no hace manifestaciones o plantones o que no levanta barricadas, que se porta bien y sobre todo que piensa.
La otra izquierda, la que México no necesita, es la que está reunida alrededor de AMLO, y en última instancia la que no se reúne alrededor del PSD (y ahora de sus aliados en el PRD, aunque poco antes los combatían).
Existe una seria deficiencia identitaria cuando la agrupación se define exclusicvamente en función del otro similar, para en el mercado de valores político ser aceptado en su imagen moderna y suavecita. Matar a la familia siempre ha sido un deporte usual, no extremo, como estamos viendo al interior de las agrupaciones que se llaman de izquierda. En el caso de los socialdemócratas, habría que diferenciar entre las distintas expresiones así denominadas para comprender que no existe una sola forma de socialdemocracia, menos aun en México que no comparte la larga herencia de lucha política que los socialdemócratas han tenido en Europa.
La socialdemocracia que preconiza el actual PSD parte de un ideario liberal y liberal social, con ribetes de la democracia radical de la sociedad civil norteamericana. En lo primero se asemejan un poco al PRI, con tienen más puntos de contacto ahora que también se han declarado socialdemócratas que con el sector de los Chuchos, con quienes han firmado un documento de 62 puntos convergentes para la construcción de una agenda común, y son éstos últimos herederos de otra tradición más ligada al socialismo. Con el grupo de Patricia Mercado (lucha en la que ambos grupos compitieron con métodos antidemocráticos y poco éticos) no había en realidad diferencias ideológicas sino de matiz; se trató de una simple lucha por el poder, tan normal en los partidos.
Esta forma de socialdemocracia expresada en el PSD tiene el acento más puesto en las libertades individuales que en los derechos sociales. Su prioridad siguen siendo las minorías y todavía no encuentra el equilibrio con las demandas de las mayorías. No lucha contra la partidocracia, quiere ser parte de ella. No tiene como adversarios a las derechas o las expresiones de centro, sino las otras formas de la izquierda política y social. Pero no deja de ser interesante el documento de convergencias puesto como base para una alianza para el 2009 y quizá para el 2012.
No sería impensable, por lo tanto, una alianza con un programa común y un candidato presidencia más adelante. Crear un polo de las socialdemocracias PDR-PRI-PSD podría ser una meta posible y hasta deseable.
Sin embargo, ello no puede empezar cuando el PSD va en contra de “la fuerza tranquila de las ideas” que escribe su presidente, cuando su actuar se asemeja más al de delator que al de constructor. Al menos así lo parece cuando anuncia que solicitará al IFE que investigue si el "Movimiento Nacional por la Esperanza" que encabeza René Bejarano (¡cuánto odio jarocho!) incurre en actos anticipados de campaña y sobre la procedencia de los recursos de esa asociación civil. Si el PSD presume que hay dinero chueco o del narco así debiera decirlo, pues no dejan de ser transparentes en sus intenciones: “A nosotros nos parece –dice Miguel González Compeán- que este Movimiento está colocado para reunirle votos a Andrés Manuel López Obrador, a una parte del PRD o a lo que ellos llaman la alianza de las izquierdas (Convergencia-PRD-PT), entonces no es tiempo ni está dentro de la ley lo que están haciendo".
Es decir, el combate en contra de AMLO prosigue y se hará más profunda mientras más tiempo pase. Es de esperar que aquellos respondan con la misma virulencia. Lo más probable es que el PRD pierda muchos militantes de base (corporativizados y no) como ya ha sucedido en Chalco, pero conservará los puestos logrados en la reciente Consejo nacional. Los exiliados se afiliarán a Convergencia o al PT, por lo que no habrá captura masiva en las redes del PSD.
Mientras el PSD prosiga con su doble faz, tendrá menos oportunidades de ser considerado atractivo para otras izquierdas socialistas o socialdemócratas. Es un partido que todavía tiene mucho que roer.
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