Ya fuera porque se estaban meando fuera de la bacinica, o de plano porque la cagaron, varios personajes del folclor nativo andan sufriendo lo que cualquier migrante pasa de manera cotidiana, sin tanta publicidad de por medio pero con un menaje de casa que impresiona a cualquier Rajá.
Fernández Noroña fue “retirado” de su puesto y por supuesto que renunció al partido y al sueldo que no cobraba sino para apoyar causas pejustas, pero anunció que seguiría con su tendencia al “portazo” y eso no se lo quitaría nadie por más que ladrara como chucho de rancho (“cómo no te voy a querer…”). A Porfirio Muñoz Ledo le llenaron su oficina con las cajas llenas de las boletas de la última elección interna -al cabo el fallo ya se dio-, y sólo le dejaron la cómoda donde guarda su licores de buena marca; pero el peligro no ha pasado, ya que se prevé que el PRD exija al FAP la devolución de las oficinas del edificio que el segundo ocupa como sede legal. Y ya se sabe que lo legal no quita lo legítimo.
Quien está sufriendo de veras es el ínclito Manuel Espino, quien ha debido contratar varios camiones de mudanza para transportar su parafernalia doctrinaria y alguno que otro detallito que sobraba en la casona que el PAN le había prestado. Como ya había instalado un nidito de amor ideológico con los demócrata-cristianos, creyendo de verdad que por ser quien es no se ganaría el pan (o la casa) con el sudor de su frente, le ha sido difícil desprender los canceles, las rejas y hasta el espejo monumental que mandó instalar en la recámara principal. En el partido dicen que el pez, por más espinoso que sea, por su boca muere. Sin embargo, el dirigente dice que aunque lo hayan mandado al averno él vuelve por sus fueros (o por los que trae de fuera, creo que dijo, ésos que sí los tiene bien azules, aunque ha de ser por el frío de no tener casa propia).
Martín Guerrero
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