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Aunque el surgimiento autopublicitado del Comando Ciudadano por Juárez no fuera en realidad sino obra de narcos en sus guerritas para apoderarse de territorios de sus rivales, llama la atención que los observadores de los asuntos de seguridad interna no ofrezcan mayores datos acerca de la existencia de fuerzas paramilitares y parapolicíacas en el país.
Mucho se ha hablado –pero no lo suficiente- de los paramilitares (oficialmente desaparecidos) que constantemente se enfrentaron a los Zapatistas en Chiapas, sobre todo en los primeros cinco años luego de la aparición pública del EZLN. Nada se dice, en cambio, del otro extremo: las fuerzas de seguridad de los más altos empresarios como los Slim o Lorenzo Zambrano. Un buen número de pequeños ejércitos mercenarios disfrazados de “empresas de seguridad”, legal e ilegalmente, actúan y venden sus servicios para la simple custodia personal o para otro tipo de necesidades.
En el país, una de las más perniciosas fuerzas parapoliciales fue la Brigada Blanca, aparato gubernamental represor de los movimientos guerrilleros, y cuya descomposición orientada hacia el narco contribuyó en gran parte a la situación actual del problema. Aunque no hay evidencias de algún grupo semejante que actúe hoy en contra de los grupos guerrilleros en activo (salvo lo dicho del EZLN), no parece improbable que puedan organizarse, o que lo hayan hecho ya, en diverso grado, “fuerzas” formadas por elementos pertenecientes a las policías o a las fuerzas armadas pero actuando al margen de la ley. Estos grupos podrían ponerse al servicio del narco, de los empresarios o de cualquier persona o entidad que pague sus servicios “especiales”. Son distintos a aquellos que cometen delitos como el robo y secuestro, o de modo particular se alquilan al narco, aprovechando su adscripción a alguna corporación policiaca o militar.
La existencia real de dicho Comando justiciero podrá estar en entredicho, pero no es sino otro síntoma de la descomposición social y política que va en aumento. Lo que parece real –así es percibido por muchos sectores- es la ausencia evidente del estado en amplias zonas geográficas de la nación. La expresión en boga de “Estado fallido” parece estar tornándose cada día más cercana. Su lugar lo ocupan los delincuentes comunes y del fuero federal, los mercenarios, los grupos de autodefensa, las células de ajusticiamiento, los autodenominados justicieros o vengadores de toda laya. Es cuestión de tiempo.
Si se le pregunta a cualquier autoridad acerca de su responsabilidad, dirán que la culpa es de los “troyanos”: los rivales políticos son siempre los malos, tan malvados como el narco o cualquier enemigo jurado de la patria.
¿Deberemos formar nuestros grupos vecinales de vigilancia en nuestras propias colonias, fomentar nuestra policía comunitaria para defender nuestras vidas y propiedades, aplicar la justicia de Fuenteovejuna?
Alejandro San Martín
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