FOTO de ALFREDO CORIA
La foto del viejo de barba cana me remite a la imagen tradicional del profeta bíblico, pero se trata de un profeta desesperanzado porque ya no tiene nada que profetizar ni profesar, acaso un Moisés que al descender del Sinaí con las tablas de la ley se halló a un pueblo de Dios irremisiblemente perdido, ingrato, que lo expulsó de su seno y lo marginó de sus funciones. Al ser abandonado por Dios, comprendió que el Becerro de Oro dominaría las almas de ese pueblo de modo perpetuo, que el dinero estaría por siempre en las mentes de los hombres y él no sería sino un patético profeta de esa verdad: de allí el billete en su frente; y de allí, también, ese estar descalzo, pegado a la tierra y a los apetitos terrenales, muy lejos del espíritu. Su mirada extraviada atisba una realidad ida, un tiempo fabuloso en que fuimos obedientes y felices.
El teporocho nos testimonia.
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