Como patafísico, en realidad soy un falso impostor. Lo descubrí hoy mismo por la noche (la amargura es tal que confundo la mañana con la noche) mientras buscaba un palillo mental para quitarme una imagen que había quedado atorada entre unos meandros cerebrales. Pinché la imagen, luminosa y verde como cocuyo; la tengo guardada en el ropero de los acontecimientos, por ver si ilumina los retratos que no sonríen.
Un falso impostor no cultiva el arte de la impostura como sí lo hace el impostor auténtico, genio de la recreación, artista de la duplicación cuasi perfecta, demiurgo de los que otros quieren ver. El falso impostor simula la impostura, vampiro de la falsa imagen, sombra de sombra y por lo tanto desdibujándose en la nada, como un mal sueño. Una expresión de la falsa impostura fue la edición pirata del New York Times aparecida el 12 de noviembre en cuya portada se leía "Acaba la guerra de Irak" y otras noticias como la creación de un nuevo modelo de "economía sana" o el procesamiento de George W. Bush por alta traición, con fecha de edición del 4 de julio de 2009, y el lema "Todas las noticias que deseamos imprimir" (maravilloso) en lugar del habitual "Todas las noticias que merecen ser impresas".
Como impostor, me asimilaba patafísico; como falso impostor descubro en mi impostura falencias de origen, déjà vu tomados como hechos ocurridos “al pie de la letra”, algo menos todavía que los falsos recuerdos implantados a los replicantes de la cinta Blade Runner (más que de la novela “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”). Pero como dice Ubu, aunque no se refiera a las imágenes que yo pesco al vuelo o con trinche: “Son amigos. Nuestros colegas de cárcel, discípulos y secuaces míos”. Insisto, la imagen persiste en reproducir de modo abominable la apariencia de los hombres, como decía borgeanamente un sujeto llamado Jorge Luis Borges. He aquí una descripción de lo previo:
"— Esta historia de los simios me hace pensar en algo, ¿sabes qué? Parece que no sólo existen impostores, sino también falsos impostores. Vi a uno en la tele diciendo que él era un impostor famoso en todo el mundo. Se había hecho pasar por un gran cirujano de la Escuela de de Medicina John Hopkins, por un físico de Harvard, por un novelista finlandés premiado con el Nobel del literatura, por un depuesto presidente argentino casado con una estrella de cine...
"— ¿Y nunca lo descubrieron?
"— No, te he dicho que era un falso impostor. El tipo nunca suplantó a nadie. Trabajaba de barrendero en Disneylandia hasta el día en que leyó un artículo sobre un famoso impostor, y se dijo: "Mierda. Yo también podría hacerme pasar por todos esos tipos tan extraños y hacer lo mismo que ellos". Pero luego lo meditó mejor y pensó: "¿Para qué hacerme tanta mala sangre? Lo único que haré será hacerme pasar por otro impostor". Y con eso hizo una fortuna. Casi tan grande como la del auténtico impostor de fama mundial. Y quizás ahora hay gente que se hace pasar por él."
Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos. Philip K. Dick
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