sábado, 29 de noviembre de 2008
Wallraff o el perfecto impostor
Wallraff estuvo en México disfrazado de periodista que cuenta sus anécdotas y técnicas de trabajo. Los asistentes acudieron en calidad de crédulos. Fotos, sonrisas y besos. En la calle, otros periodistas se rajaban el pellejo para conseguir la nota, con información verdadera (hasta donde dejen los redactores), mientras simulaban no ser periodistas sino preguntones de otra suerte. Otros preguntones se intentan disfrazar de periodistas para obtener información pero uno siempre advierte ese tufo policiaco que los delata.
En México ocurre que se homenajea a periodistas afamados y se ignora –literalmente- a los desaparecidos y muertos. Total, como no hay campañas permanentes ni movilizaciones violentas que demanden la aparición e investigación real de lo ocurrido, prosigue la impunidad, a la que abonan un poco los dueños de los medios cuando callan. Un periódico no enviará a un periodista encubierto a trabajar contratado por una empresa outsourcing para constatar las jodidas condiciones de trabajo en que tienen a los empleados; no lo hará, porque aunque se publique el reportaje y se haga escándalo un día, nada cambiará y las autoridades laborales continuarán su rutina de "lasser-faire, lasser passe".
Cuando está haciendo su trabajo, Wallraff no pretende parecerse al otro. Es el otro. Imaginemos –por poner a un caso- a Armando Quintero con peluca y sin bigotes, sin traje y con una mochila al hombro yendo todos los días a trabajar usando diferente rutas de microbús. La información de primera mano que obtendría sería formidable; además, sentiría en carne propia lo que cualquier ciudadano sufre de modo cotidiano.
Ahora imaginemos a García Luna, a Medina Mora o a Tello Peón disfrazados de ciudadanos de a pie, irreconocibles, puestos de incógnito en alguna calle de algún barrio en ciertas horas que ellos conocen bien. Supongamos que oyen de viva voz nombres, procedimientos, horarios, condiciones pactadas, etc., que les permitan entender que el supuesto cáncer se ha convertido en parte vital del organismo. ¿Qué instrumentos quirúrgicos usarán? ¿Matar al enfermo, acaso?
Günter Wallraff vino a México como el perfecto impostor: como el otro que narra su existencia a sí mismo para que la publique un tipo llamado Wallraff que es él mismo. Y entre muchos auténticos se halló rodado también de otros impostores y una multitud de falsos impostores. Qué ironía.
García+
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