lunes, 20 de octubre de 2008

Con el sudor de tu frente

Los ojos están puestos en el Congreso por la reforma petrolera y apenas si nos distraen los crecientes números de muertos atribuidos al narco, ya que la emergencia económica y la “inflación galopante” (qué metáforas tan rancheras) son una preocupación más grande que las adelitas tomando el Paseo de la Reforma (por mí que lo hagan de una vez).
En los próximos días vamos a asistir, querrámoslo o no, a nuevos bailes. Los del campo y los de la escuela prometen nuevas escenografías mientras esta ciudad se llena de agujeros y obras sin concluir. Y con todo, persiste un ánimo generalizado de incertidumbre y desorientación, como de pueblo elegido castigado y arrepentido luego de entregarse en cuerpo y alma a los excesos del becerro de oro. Salvo que en esta historia los excesos siempre han sido de otros mientras los pobres y las clases medias van a tener que limpiar la casa y pagar los platos rotos una vez más.
De tal suerte es la desazón anímica
, que las medidas anunciadas por Felipe Calderón en días pasados (los famosos cinco puntos) han sido tomadas por los actores políticos como la aspirina necesaria para el dolor ante el cáncer que nos carcome. Parece que la reforma petrolera hubiera secado el seso de todos ellos, pues no han presentado planes alternativos que mejoren —profundizándolo— el plan calderonista para generar empleo y reforzar la economía, tal como promete. La propuesta de AMLO de crear una bolsa de 400 mil millones de pesos, provenientes el 50% de la eliminación de "gasto superfluo" (léase parte del gasto corriente) del gobierno federal y el otro 50% de excedentes petroleros, pone el acento en lo que usualmente se ha llamado “políticas de austeridad”, pero quitar pensiones a expresidentes o bonos de fin de año a funcionarios no restablece la salud del paciente, aunque sin duda le daría una breve alegría.
Asimismo, el Pacto que AMLO propone, consistente en congelamiento generalizado de bienes y servicios básicos no parece viable en un esquema de acciones contracíclicas, aunque podría ser apropiado durante un plazo perentorio. Tal vez sea por la vía de las transferencias monetarias, incrementando los montos y el número de beneficiarios, como podrían ciertos grupos sociales paliar la crisis presente, transferencia que no deberá cesar para los más pobres. El empleo y la inversión productiva, en definitiva, es el eje que orientará la recuperación. Para ello se requiere de un estado fuerte, coordinado, capaz.
Va a ser un largo invierno, es verdad, y en vez de historias de renacimientos se multiplicarán las historias de horror como el aumento de la crisis alimentaria, déficit que los estómagos no perdonan; esto, sumado al incremento de la desigualdad en todo el mundo,más ofensiva pero más general, tal como anuncia la OIT; y una disminución del trabajo y los salarios, es decir, habrá más desempleados durante más tiempo y más gente con salarios que día a día van perdiendo su capacidad adquisitiva. ¿Cuál futuro venturoso, esperanzador, se presenta para estas familias? Ninguno, creo. Será más que difícil ganarse el pan con el sudor de su frente.
La cancelación del futuro suele ser más peligroso que cualquier sensación de inseguridad física o de las propiedades. Cuando la gente percibe que no sólo no se le ayuda, sino que incluso se le agrede, cuando identifica como victimario a aquél del que esperaba auxilio, ya no hay que esperar sino una chispa que incendie la pradera; y ésta brotará, no cabe duda.
La pregunta, así, ya no es “¿qué hacemos con los pobres?”. El peor de los mundos posibles parece brotar desde cada piedra, en ese valle imaginario de anarquía y rebelión de los de abajo, donde la pesadilla de las “clases pudientes” es escuchar decir a los jodidos: “¿qué hacemos con los ricos?”.


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