Mientras Andrés Manuelito explicaba su objeciones a la reforma y su plan anticrisis al Presidente de la Cámara de Diputados, el diputón César Duarte, y a émulos que lo acompañaban, el comando de adelitas legislativas preparaba su versión del asalto al palacio de invierno, misión que lograron exitosamente.
Luego de esa acción, se veía al gordito Duarte tragando camote mientras consultaba qué hacer. Y es que no es lo mismo andar engañando campesinos que enfrentar viejos lobos de mar y tierra. Pero finalmente votaron y aprobaron en lo general los siete dictámenes sin incluir las 12 palabritas que en realidad eran 17 (eso discutían muchos editorialistas en tele y radio, neta). Y como si fuera una asamblea pejista en pleno zócalo votaron a mano alzada sin hacer caso de los diputines que habían tomado la tribuna.
¡No hay que ser! Tanto que nos cuesta mantener a diputeibols y sentadores, y ahora resulta que una normal toma de tribuna también ha sido devaluada. ¿A dónde vamos a parar? Lo único bueno de todo este desmadre es que el Canal del Congreso subió su raiting en un 100%, estuvo mejor que Ventaneando y Fuego en la Sangre.
La neta es que un 43 por ciento de los consultados por María de las Heras estuvo de acuerdo en que se añadiera explícitamente un párrafo que impidiera cualquier posible privatización. ¿Qué tanto es tantito y por qué se negaron los otros a incluir esas palabras y cerrar así la rendijita para que la reforma quedara más virgen que mi tía abuela Marciana (que sólo tuvo 15 hijos y cinco maridos)?
El Warrior
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